7 de abril de 2008

Difícil asunto este de la llama olímpica. Los tibetanos fueron invadidos por China. Y por otra parte, los del Comité Olímpico Internacional se taparon hace unos años la nariz (y los ojos) y concedieron a China unos Juegos Olímpicos, símbolo de la paz y del entendimiento entre naciones, naciones que respetan unas a otras y a sus ciudadanos.

Ahora los tibetanos quieren llamar la atención sobre los desmanes de China aprovechando el altavoz de los JJ.OO. Están en su derecho.

Los deportistas, que se han estado preparando durante cuatro años para este evento (para muchos de los cuales es la única oportunidad que tienen de salir en la televisión incluso de su país), quieren participar.

¿Boicot a la Ceremonia Inaugural (de los Gobiernos y de cara a la galería) y participación de los atletas? ¿Nadar y guardar la ropa? No sé si es suficiente. China no va a cambiar su política por ello. Error del COI evidente (que siempre tiene que afirmar que es un organismo alejado de la política, para intentar creérselo ellos mismos) pero ahora no es momento de arreglarlo.

Por ahora los activistas protibetanos han conseguido apagar la antorcha con un extintor. A ver hasta dónde llega la cosa.

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